No es portero, es presidente

 

Mildred Arriaga Velarde

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En mayo, Pedro Castillo aseguró que a Vladimir Cerrón, líder del partido que lo llevó a la presidencia, no lo íbamos a ver ni de portero. Dos meses después en Ayacucho, con la juramentación de Guido Bellido, como presidente del Consejo de Ministros nos demostró que Vladimir Cerrón no es el portero, sino que es el que realmente gobierna y manda en el país hasta ahora. 

Bellido encarna la intolerancia y la confrontación y su nombramiento no solo provocó la crítica unánime, sino que con su designación y el nombramiento de algunos de los integrantes del gabinete ministerial, se desató la crisis política que creíamos superada. La vacancia presidencial y la disolución del Congreso vuelven a ser las mayores amenazas de nuestra convaleciente democracia. 

La designación del alfil de Cerrón, acusado por apología del terrorismo, también golpeó nuestra economía haciendo que nuestra moneda se devalúe a niveles no registrados desde hace siete años. El alza de precios en los productos de primera necesidad es inevitable e impacta negativamente en la economía de todos, principalmente en la de los más pobres a quienes Castillo dice representar y Cerrón (presidente en la sombra) dice defender.

Si la pandemia evitó que la conmemoración de nuestro bicentenario tenga mayor realce y celebración, ahora Cerrón y Castillo podrían condenarnos a estrenar un nuevo modelo de autoritarismo, cuyos primeros hechos ya estamos viviendo a solo una semana de la gestión del portero que es presidente, y que gobierna con el aval y la improvisación del presidente elegido.

Cerrón ha logrado su cometido, con imposiciones, sin transparencia, a puertas cerradas, en la clandestinidad y sin ningún tipo de control. Él gobierna en la sombra y no lo hace de buena fe, ni por la unidad nacional. Lo hace desde la polarización y el enfrentamiento por ello celebra que hayan retornado las manifestaciones racistas y de desprecio entre peruanos, él quiere el colapso del país, “la justificación perfecta” para consolidar su poder y quebrar todo. 

Castillo fue elegido por los peruanos que no han existido para el Estado, por los postergados, corresponde exigirle que asuma el poder que le encargaron. Si no lo hace, nuestra democracia ofrece caminos legales para ser reemplazado. Este es el mejor momento, la oportunidad, para que las organizaciones de ciudadanos, la izquierda y derecha democrática hagan oposición activa y apuesten por preservar y mejorar nuestra imperfecta democracia.