Hermes Orihuela por la pandemia tuvo que adecuarse al trabajo virtual, pero su pasión es enseñar y en zonas alejadas
Hermes Orihuela es un maestro de vocación. Empezó muy joven y tuvo siempre la vocación de enseñar en los pueblos más alejados de la provincia de Castilla. Hoy, debido a la pandemia, realiza su labor desde una computadora. Espera el momento para volver a cruzar caminos de tierra, riachuelos y cerros para llegar a los colegios más alejados, donde están los niños que esperan aprender y sus colegas.
Cuénteme, ¿cómo decidió ser maestro? Siempre me gustó ser profesor. Desde niño esa era mi vocación. Las circunstancias no se dieron en un inicio. Primero estudié una carrera técnica. Pero luego volví a estudiar en el Instituto Superior Pedagógico de Arequipa (ISPA). Comencé en 1996 y terminé en el 2000. Desde allí vengo trabajando; en aula primero y luego como acompañante pedagógico.
¿Cómo fueron tus inicios como docente? Empecé en 1990 cuando terminé mi carrera técnica. Me presenté como profesor contratado en un colegio agropecuario de Matalaque, en Sánchez Cerro, Moquegua. Eso me abrió la puerta como profesor no titulado en Anascapa y Sacohaya. Luego seguí trabajando en el Área de Desarrollo Educativo en Ubinas, por dos años más. Por eso decidí estudiar educación.
Luego te titulaste como maestro… En el 2000 la primera plaza de contrato que me dieron fue en el pueblo de Vizcacuto, una escuelita que queda en Orcopampa, en Castilla. Estuve un mes y me retornaron nuevamente para trabajar en el 2001 en Machaguay como docente contratado. Allí estuve todo el año sin ninguna remuneración. No nos pagaban oportunamente, teníamos que esperar la paciencia de la Ugel. De allí en 2002 trabajé en Aplao en la Institución Educativa Nº 40440. Es cuando me hice conocido como docente los directores me convocaban para trabajar en sus escuelas sin necesidad de buscar una plaza.
¿Cuándo iniciaste como acompañante educativo? El director de la Ugel Castilla de entonces, Henry Cáceres Febres, me invita para ser especialista de educación primaria. Ya conocían mi trabajo. Luego el profesor Neiser Novoa, también director de la misma Ugel, me vuelve a invitar para trabajar con él como especialista. Esta experiencia me abrió las puertas para trabajar como asistente de Soporte Pedagógico Intercultural (ASPI). Esto porque tengo dominio de la lengua originaria del quechua.
¿Cómo es ese trabajo, qué es lo que debes hacer? Empecé en Orcopampa. Viajaba desde Arequipa durante toda la noche. Salía a las 6 de la tarde y llegaba allá a las 3 de la mañana. De allí mismo partía a pie hacia los colegios. Son 2 - 3 horas de camino para asesorar a los docentes sobre el trabajo pedagógico. Sobre el uso de los materiales que el Ministerio de Educación entrega a los colegios. Otro trabajo que hacía era enseñar a los niños la lengua originaria. También a niños se les enseña su cultura originaria, para así fortalecer su identidad cultural y personal.
Y después trabajó en La Unión... Luego de 6 años en Orcopampa es que me invitan ir hacia La Unión. Allí había colegios a los que se podía llegar con transporte urbano. Pero, también hay que visitar colegios con 3 o 4 horas de camino a pie. Eso significa salir de Cotahuasi a las 3 de la mañana para llegar a la escuela a las 6, cuando el sol ya sale. El trabajo se centraba en la revitalización y fortalecimiento de la cultura y la lengua. He trabajado hasta el 2019 en campo. Caminando con sed y el calor intenso de la sierra.
Ahora, durante la pandemia el trabajo ha cambiado... Sí. Durante el 2020 seguí como acompañante pedagógico, pero de manera virtual. Desde casa he brindado la asesoría pedagógica y la orientación a los docentes. Ahora incorporamos el uso de los recursos tecnológicos o TIC, como las tabletas que el Minedu entrega. Además ahora aplicamos otras herramientas, como el Meet, Zoom y aplicaciones especializadas para las tabletas.
Cuéntame, ¿qué significa para ti esa experiencia en campo? Caminar permite conocer muchos lugares y conocer la realidad de cada uno de los pueblos del Perú profundo. En muchos casos llega a entristecer. Es muy importante pensar con alegría cuando ves que tus maestros le ponen ganas y recuperan las tradiciones de los antepasados de los pueblos; y eso se ve valorado por la comunidad también. En el tiempo que trabajo como acompañante, desde el 2012, promuevo el diálogo de saberes, que consiste en que los estudiantes aprendan un poco de su cultura y el conocimiento curricular para construir un nuevo conocimiento.
Y si antes era difícil, ahora es mucho más. La pandemia ha mostrado que hay pueblos donde no hay internet o teléfono… A veces ni siquiera una radio. La pandemia nos está dejando una gran lección. Primero, los maestros no estaban del todo preparados en el uso de las TIC. El 2020 los maestros tuvieron muchas dificultades para comunicarse con los estudiantes en un inicio. No había internet y ni siquiera entraba una llamada, pero poco a poco fueron apropiándose de los recursos tecnológicos. Muchos han tenido que aprender como un niño, otros reaprender. Han explorado nuevamente cómo utilizar una laptop o el celular para hacer una multillamada a los estudiantes. Otros ya utilizan el Whatsapp.
MENSAJE. La labor del maestro es sacrificada. El maestro abandona a la familia. Porque el trabajo no es solo aquí en la ciudad. Hay que dejar a la familia de lado para dar un servicio a la sociedad. La nuestra lamentablemente es una profesión no reconocida como debe de ser. El maestro quiere que sus estudiantes sean mejor que él. Muchos jóvenes saben reconocerlo y esa es la satisfacción de un maestro. Somos el pilar de la sociedad, y sin nosotros tampoco funciona.