Edith Lagos es una joven madre que llegó de Cusco en busca de un mejor futuro. La pandemia pudo detenerla, pero aprovechó los bonos que el gobierno ofreció para invertirlos en un pequeño negocio que hoy le da para comer y criar a sus hijas.
Edith aprendió a cortar pollos con destreza durante la pandemia. La necesidad de trabajar la obligó a aprender, puesto que no había otra forma de apoyar a su esposo y sus tres hijas en medio de la crisis, no solo sanitaria, sino también económica que los afectó gravemente a principios del año pasado.
Corta los pollos, los desmenuza y los entrega a sus clientes del mercado Central de Villa Cerrillos en Cerro Colorado. Allí alquila un pequeño puesto donde, además de atender a sus clientes, también hace de maestra y madre, porque sus pequeñas la acompañan siempre en su emprendimiento.
Edith nos cuenta que antes de la pandemia estaba dedicada a la crianza de sus pequeñas hijas, de 8 y 4 años. Sin embargo, al iniciarse la cuarentena motivada por la pandemia de la Covid-19, su esposo perdió su trabajo en una obra de construcción civil. Fueron meses duros. Su única esperanza eran los bonos que el gobierno anunciaba.
Pero Edith lo pensó mejor: comerse el bono o invertirlo en algún negocio que a mediano plazo pueda darles recursos que alimentarse. Sin duda tomó la mejor decisión. Apenas les llegó el primer bono lo invirtieron en el puestito del mercado de Villa Cerrillos. Sin conocer mucho sobre el tema, pero con la experiencia natural de madre, Edith empezó a vender pollos.
Nos cuenta que no le va mal. Ya tiene sus clientes fieles, quienes por la distancia, prefieren acudir al mercado de Villa Cerrillos, antes que tomarse casi mediodía para bajar hasta alguna otra plataforma comercial más céntrica. El dinero que gana le permite apoyar en los gastos de la familia. Y es que además de gastar en comida, ropa y servicios, también deben pagar un alquiler todos los meses.
Edith llegó hace ocho años desde la provincia de Paruro, en Cusco, a la Ciudad Blanca, en busca de mejores oportunidades.
Aquí se enamoró, conformó una familia y tuvo a su primera hija.
Y aunque han buscado un hogar propio les resulta difícil.
¿Por qué es tan difícil? Los lotes son muy caros, y los ofrecen sin título, sin luz, ni agua, un riesgo para comprar.
A pesar de los problemas, Edith no se rinde. Todos los días abre su puesto a las 6 de la mañana para vender los pollos a sus clientes.
Tiene la esperanza de darle un mejor futuro a sus hijas, que la acompañan. Y ahora también la acompaña una tercera bebé, de apenas 6 meses, nacida en medio de la pandemia. Esta última llora cuando la dejan en su coche y exige el abrazo de su madre.
Mientras tanto, su hija de 8 años hace esfuerzos por continuar sus clases virtuales, siempre acompañada de su madre. “Es difícil. Mientras atiendo mi puesto también debo estar pendiente de que esté aprendiendo porque es muy fácil que se distraiga y debe estudiar”, señala Edith. En tanto que la segunda, de 4 años, también trata de seguir sus clases como puede, aunque por su edad no es tan exigente por el momento.
La historia de Edith es la misma que sufren muchas otras mujeres en el país. Quienes a la vez que se buscan la vida también deben cumplir sus funciones de madre, como atender a su familia, cocinar, estar pendientes del aprendizaje de sus hijos y mucho más. Edith es el mejor ejemplo de que no vale rendirse cuando se trata del futuro de la familia.
Mientras nos despedimos llega un nuevo cliente al puesto de Edith. Ella está feliz porque está a punto de terminar su día de ventas. Seguro espera volver a casa para descansar. Solo un momento porque hay que seguir adelante, luchando por alguna vez tener un hogar propio, y seguramente ver a sus hijas convertidas en profesionales.