Sobre literatura y cine


Redacción: Charlie Caballero
gaelics@hotmail.com

La relación entre literatura y cine posee una larga tradición. Con frecuencia, los fieles lectores de una novela se muestran escépticos antes las adaptaciones cinematográficas, las cuales son comparadas a partir de la recepción del texto literario, por lo cual su valoración se sujeta a cuánto se aproxima el filme a la novela. Esta presunción ampliamente extendida entre los lectores es cuestionable desde una perspectiva comparada siempre que se atienda a la especificidad de la literatura y el cine, artes complementarios pero diferentes. La comparación, si bien es viable, supone un análisis de las singularidades del discurso literario y el discurso fílmico. En síntesis, habría que examinar el texto literario y su adaptación fílmica como obras singulares y abandonar la presunción de que el texto literario establece un modelo de valoración de los derivados cinematográficos.

Las adaptaciones cinematográficas basadas en textos literarios constituyen una de tantas posibilidades de trasvase entre diferentes géneros artísticos. Entre obras literarias hay transiciones como la Antígona de Esquilo, hacia la de Brecht y en el caso peruano la del grupo teatral Yuyachkani. La misma realización teatral del texto dramático es una adaptación. La polémica sobre el valor intrínsecamente superior de la novela sobre el cine es análoga a la cuestión de la “autenticidad” del texto dramático respecto a su puesta en escena. Se puede agregar las variantes propias de las narrativas transmediales: de la novela al videojuego y de este al cine o a la serie televisiva; del manga al anime y luego al cine y viceversa este caso y los anteriores. En este punto, la teoría de los mundos ficcionales y mundos posibles nos es muy útil. Esta teoría describe universos textuales como realidades autónomas a veces contradictorias con el mundo factual o sin vínculo obligatorio con este. Se trata de mundos alternativos (posibles o imposibles) al mundo actual (factual). Umberto Eco precisó que mundo posible es aceptable si se lo desvincula de criterios de verdad/falsedad.  

Por supuesto, la construcción de mundos posibles no es exclusiva de la literatura. El cine es un generador de mundos posibles en el sentido antes mencionado. De modo que el trasvase o la traslación de la literatura al cine no es una sencilla operación de mudanza de un mundo posible hacia otro donde permanezca intacto. Ello explica en parte por qué hay novelas difícilmente adaptables al cine si se las quiere conservar intactas, es decir, si se quiere mudar sin más la novela al cine. Es el caso de Cien años de soledad, inadaptable según Arturo Ripstein, Ulysses, de James Joyce o The Sound and the Fury, de William Faulkner, que aunque cuenta con dos adaptaciones (1959 y 2014) es sumamente compleja para adaptarla al cine. En ocasiones, los directores simplifican el argumento a fin de llevar adelante la historia. 

La narratividad es una condición subyacente a la novela y al cine, por lo que ambas artes son propicias para contar historias. Por ejemplo, la narratología y la semiótica literaria han encontrado un terreno propicio en el análisis fílmico; y el psicoanálisis ha transitado ampliamente el análisis e interpretación literaria y cinematográfica. En la línea de lo señalado por Wolfgang Kayser, si la crítica literaria se resume en dos operaciones diferentes pero complementarias como el análisis y la interpretación, ello se puede extrapolar a la crítica cinematográfica, de modo que  el análisis de las estructuras formales del discurso literario o fílmico preceda a la interpretación como una condición que exija al crítico un conocimiento solvente del sistema semiótico que se propone interpretar.

La técnica cinematográfica al adaptar la técnica narrativa literaria transforma, por ejemplo, el espacio-tiempo literario en espacio-tiempo fílmico, lo cual establece limitaciones formales a la adaptación la cual en el proceso va adquiriendo su propia configuración. A ello se añade que el cine torna más complejo el ciclo de comunicación convencional emisor-receptor-mensaje. Este deviene en un ciclo que se puede describir así: autor-texto literario-lector y director-filme-espectador, donde el lector no es el receptor último del texto literario ni el autor el único emisor, sino que la recepción está mediatizada por el director. 

Finalmente, la extensión de una novela se opone a la economía del filme. Los recursos para escribir una novela son mucho menores que los requeridos para producir un filme y distribuirlo, aunque no es una ley absoluta que solo los relatos breves hayan motivado su adaptación cinematográfica. En realidad hay más grandes novelas que adaptadas al cine que novelas cortas o cuentos. (Wolf, 2000, p.2001)

El énfasis en el valor otorgado por el autor del texto literario a su obra, el escrutinio de las diferencias entre literatura y cine y la supuesta supremacía de los clásicos sobre sus adaptaciones fílmicas son algunas aproximaciones posibles a la adaptación de la literatura al cine. No obstante, en todas es significativo el lugar que ocupa el análisis de las formas artísticas.