El arcoíris peruano ¿derecha, centro o izquierda?

El arcoíris peruano ¿derecha, centro o izquierda?

Crhiss Lisbeth Díaz Montoya
crhissdiaz@gmail.com

Después de los resultados electorales, hemos sido testigos y cómplices, del Perú que tal vez somos y nos hemos negado reconocer. Comentarios discriminatorios y despectivos han dividido en dos colores a nuestro país; a los rojos izquierdistas y a los naranjas derechistas. Los “muy preparados” sintiéndose con el derecho y razón de defender el modelo económico, justificando las inequidades (“el pobre, es pobre porque quiere”); y los menos favorecidos, sintiéndose con el derecho de reclamar las oportunidades que nunca recibieron, ungiendo la bandera de igualdad entre los peruanos, que aterroriza a los de arriba y a los que no lo están tanto. 

Muchos hemos mostrado angustia y preocupación, en los dos minutos que dura escribir un tweet, por la guerra civil en nuestro país; pero lo cierto, es que es la realidad latinoamericana de cientos de años. Echando un vistazo a nuestros vecinos, en los últimos 20 años, encontramos un completo arcoíris político que prueba color cada lustro. Brasil, después del gobierno izquierdista de Roussef, centro con Temer, ha optado por la derecha con Bolsonaro; Chile, luego de la izquierda de Bachelet, ha reelegido a Piñera derechista; Uruguay, luego de 15 años de izquierda, eligió a Lacalle con su experimento de derecha integradora (Al consensuar con los izquierdistas radicales y la ultraderecha); Argentina, luego de un periodo de izquierda con los Kirchner, un centro derecha con Macri, retornó la izquierda con Fernández; y Bolivia, con Morales izquierdista. 

Puesto así, los escenarios internacionales, no definen el color que garantice, al menos lo que gran parte anhelamos, un justo e inclusivo país, con oportunidades para todas y todas. Sin embargo, tampoco debemos ser mezquinos al omitir que, la izquierda ha habilitado internacionalmente mejores escenarios sociales y económicos, y que también, como lo diría Urania (Fiesta de Chivo, 2000) ha abusado de su poder; por ello, según mi consideración, importa la calidad de persona que lo lidere y la capacidad de gobernar que mantenga. 

Confiar, sí, nos corresponde; pero no solo bajo la premisa subjetiva, sino también cumplir nuestro rol ciudadano que nos obliga a evaluar y reevaluar conscientemente las propuestas del candidato y candidata, el grado de preparación y los valores que pueda albergar; para así, al menos, tener una visión del país en el que nos queremos convertir.