El ánfora perdida...

El ánfora perdida...

Oscar Ordoñez Salazar
oordoñez1@hotmail.com

En el actual escenario electoral los peruanos estamos agobiados por la inseguridad, la corrupción y las brechas sociales. Supongamos que esta vez no nos equivocamos y el  11 de abril elegimos al mejor candidato y lo convertimos en el próximo presidente del Perú. ¿Qué garantiza la “buena” elección de un presidente?. ¿Cuánta estabilidad política, social y económica se podría ganar? ¿Qué volumen de nuevo rumbo y  de crecimiento como país y como sociedad podemos asegurar?.

Hemos vivido tantos episodios sin historia en este siglo, que el “bet seller” del bicentenario se quedó trunco y penitente. Hemos mordido tanta corrupción, inseguridad y desconfianza que la esperanza de cambio con frecuencia se convirtió en lamento. Hemos votado tantas veces y ensayado tantas fórmulas que la descomposición química de nuestras convicciones solo nos producen incertidumbre y frustración. 

Nuestras últimas elecciones no han sido garantía de nada. Seguimos en el mismo avión, perdiendo el control y el rumbo por las turbulencias, sin poder hacer nada desde adentro, disminuyendo altura, elevando plegarias, cambiando el piloto cada cierto tiempo…,  sabiendo que el sistema de navegación está en automático y que nadie sabe cuándo ni cómo aterrizar.

Tal vez el juego político, haya perdido vigor y sentido transformador. Tal vez haya quedado reducido a un acto electoral que santifica la democracia formal pero que es incapaz de resucitarla en cuerpo y alma, ni siquiera en semana santa. 

Es probable que elijamos otra vez a un presidente, y no pase nada. Que un congreso disperso y desarticulado con ansias de protagonismo y poca sensatez siga generando ingobernabilidad. Que una ciudadanía agobiada por la inseguridad sanitaria y la recesión económica pierda rápidamente la paciencia y tome las calles y las plazas pidiendo no solo democracia sino vida digna. Que el poder económico nacional y transnacional siga anteponiendo sus intereses mercantilistas sobre la vida, la salud y el bien común. Que las historias de corrupción continúen encendiendo los storytelling de las redes sociales y provocando las iras y memes de nuestras interacciones digitales.

Esta sensación apática y desconsolada acompaña la actitud y la razón de un tercio del electorado peruano. Aquél que se acostumbró “irresponsablemente” a votar en blanco o viciado. Ese tercio que sabe que la transformación y potencia de una sociedad no entran en una ánfora.