Hipocresía imperfecta


Hipocresía imperfecta


Oscar Ordoñez Salazar
oordoñez1@hotmail.com

Las palabras que más se escucharon esta semana fueron decepción e indignación. Al unísono, los políticos del gobierno, la oposición y los que están en campaña electoral ensayaron sus mejores gestos, poses y discursos para soltar frases como: “estamos indignados”, “qué decepción”, “es una vergüenza”, y otras similares.

Pilar Mazetti, ícono de la emergencia sanitaria y ex-ministra de salud, ha confesado haberse vacunado  en el umbral de la anomia y usando las prerrogativas de altos funcionarios del Estado.

No está bien lo que hizo, y es menos justificable haberlo hecho en secreto. Pero como ciudadano promedio comprendo perfectamente la necesidad de que la más alta funcionaria de la emergencia sanitaria se inmunice para continuar un trabajo de campo de alta exposición y riesgo. Esto es lícito y no era necesario hacerlo con trampa ni mentira. 

Pero, la reacción indignada de la élite política y mediática me provoca una sonrisa incrédula. Ahora resulta que todos son sagrados y decentes, y como buenos gobernantes o líderes de opinión jamás harían una cosa parecida. Siento que detrás de la proclama moralista hay una esencia hipócrita, revesera y poco genuina. 

Todo el mundo sabe que el poder político tiene un conjunto de privilegios y ventajas propias de las funciones de representación o gestión pública. La inmunidad, la protección personal, los gastos de representación, la movilidad oficial son algunos ejemplos. Sin embargo, estas concesiones son razonables cuando aportan a la eficacia y la dinámica operativa del gobernante.

La cuestión ética es otro cantar. Ocurre cuando los principios y convicciones del gobernante y su auto-valoración como “servidor público” no le permite utilizar algunas prerrogativas por considerarlas lesivas a la situación y el derecho de la ciudadanía. En otras palabras, por considerar que el uso de esos privilegios es insultante y ofensivo para el bien común.

Quisiera creer que esta reacción monocorde en contra de los que se vacunaron aprovechando su estatus oficial es algo más que una sentencia mediática. Quisiera creer que la calidad de nuestros nutrientes políticos y humanos han empezado a mejorar y que no solo es la respuesta embustera de un canto de sirenas. 

Espero que la extrema severidad para hacer leña del árbol caído que suplica perdón… no sea una señal de artimaña política sino de auténtica decencia e indignación.