Aventura en el Misti

Una excursión con el andinista Arcadio Mamani nos hace vivir una aventura inolvidable con tormenta de nieve incluida. Una experiencia recomendable.



ASCENSO AL MISTI. Es sábado a las 11 de la mañana y estamos en la camioneta de Arcadio. Es la tercera vez que subiremos juntos al Misti. Siempre por una ruta distinta. Ahora toca por la zona de Chiguata.

Hace buen tiempo. El cielo despejado deja ver la cima del Misti con un manto de nieve. Tres amigos más conforman la comitiva. Después de un recorrido de más de una hora la 4x4 que conduce Juan, hijo de Arcadio y experto andinista como él, nos deja en la zona de inicio de caminata.

EL PRIMER FRACASO. “Salimos alrededor de las 12 de la noche de la zona de Chiguata. Conmigo se inscribieron a la competencia mi hermano y un amigo que practicaba Judo. No conocíamos el camino, así que seguíamos a los primeros”, cuenta Arcadio mientras empezamos el ascenso.

“Estábamos confiados. Pero a unos 4.300 metros de altura este amigo cayó rendido. Le había dado soroche y no podía respirar. Esperamos un rato y tuvimos que descender para que mejore. Ya habíamos perdido mucho tiempo y perdimos la oportunidad”, continúa nuestro guía.

QHAPAQ ÑAN. Estamos a unos 3.400 metros sobre el nivel del mar (msnm) y el cielo está nublado. Gracias a eso el ascenso se torna fresco. Arcadio explica que subir al Misti en enero o febrero es muy bonito, sobre todo porque el suelo ceniza volcánica está húmedo e impide la sensación de caminar por arena.

La ruta que tomamos es un camino Inca o Qhapaq Ñan. Arcadio cuenta que era el sendero que tomaban los Incas para llegar hasta Arequipa y luego hasta las playas del litoral. “Luego fue usada por los arrieros, que llevaban mulas y caballos con diversos productos, sobre todo cañazo y aguardiente para Puno”, señala el experto andinista.

EL DEMONIO. Arcadio también cuenta que en Caylloma se conocía al Misti como un volcán activo y era símbolo de miedo entre la población. “A los niños nos amenazaban: ‘si no comes o te portas mal te voy a llevar hasta la cima y echarte al demonio’ nos decían nuestros padres. Así que cuando llegué a Arequipa me entró la fascinación. Quería ver el cráter, ver al demonio”, cuenta.

Arcadio entonces empezó a realizar sus propias incursiones. En el segundo intento serio su cuerpo no le ayudó. Le dio soroche y tuvo que regresar a medio camino. Pero en la tercera vez logró llegar a la cima. El Misti estaba cubierto de nieve.

“Encontré la cruz y me arrodillé para agradecer, pero mis piernas se quedaron pegadas al hielo. Luego de un rato pude despegarme y empezar el descenso”, narra. Pero esa pudo haber sido la última vez para Arcadio. Su inexperiencia provocó que tome una ruta de bajada equivocada. De pronto Arcadio empezó a resbalar y estuvo a punto de caer a un abismo. “Metí los brazos como picos al hielo y en un momento tomé una piedra. Al mirar abajo vi que si no habría sido por eso hubiera caído por la zona de Charcani”, finaliza.

BAJADA CON NIEVE. A las 6 de la tarde y a unos 4.700 msnm acampamos. Son unos 100 metros más arriba del campamento denominado La Pirámide. Por suerte no hay viento, no hace frío y el cielo está despejado. Luego de cenar una sopa de verduras, tallarines y mate de coca nos vamos a descansar.

A las 3 de la mañana ya estamos listos para continuar el ascenso. Toca una ruta de rocas y el tramo final de ceniza volcánica. Aunque esperábamos hielo en la copa del Misti encontramos solo algunos pequeños glaciares. Alrededor de las 9:30 de la mañana coronamos la cima.

Luego de una hora bajamos. La mejor forma es deslizándose por la ceniza volcánica. La ruta que toma 6 horas se retorna en treinta minutos. A las 11 de la mañana empieza una tormenta de nieve mientras truenos suenan a lo lejos. Entonces el descenso se convierte en una suerte de práctica de esquí. Algo maravilloso.

Al llegar al campamento encontramos que la lluvia ha mojado todo. Alistamos todo lo más rápido posible y bajamos por un sendero con una neblina espesa que apenas dejar ver unos pocos metros. Pero con la experiencia de don Arcadio no nos perdemos.