Chip social


Oscar Ordoñez Salazar

Las tres cosas que el coronavirus y el confinamiento podrían lograr en la ciudadanía están en proceso de confrontación y amenazan con terminar en un arreglo de cuentas.

Lo primero que podíamos lograr era volvernos más sensatos y responsables. Entender que cumplir las normas y recomendaciones de aislamiento social era la fórmula más eficaz para avanzar en la lucha contra la pandemia. Lo segundo, era comprender que una pandemia lo que pone en juego no solo es el estatus de la salud y la vida personal, sino el destino del colectivo y la suerte de la localidad; es decir, todos fuimos convocados a jugar el partido de nuestra vida como equipo, como nación.

Lo tercero, tiene que ver con la autoreflexión que el confinamiento podía lograr sobre nuestros exacerbados comportamientos de consumo.

Sin duda, la forma que tuvimos y tenemos de responder a estos retos como sociedad está en relación directamente proporcional al ingreso familiar que tenemos y a la calidad ciudadana que podemos mostrar.

Pero las evidencias hay que registrarlas. Muchos no pudimos cumplir los logros: salimos de casa con el pretexto de comprar lo básico y nuestras compras se hacen interminables. El distanciamiento es un chiste cruel. Aún no terminamos de digerir para qué sirven los protocolos y tratamos de sacarle la vuelta cada vez que podemos. Todo el consumo que no está permitido por las restricciones lo buscamos en internet. Hemos mercantilizado el ciberespacio y la sociedad digital que en sus inicios pudo ser más libre, más contestataria, más equitativa en las oportunidades está siendo secuestrada por el mercado y la matriz líquida del capital.    

Aquellos que esperaban que nuestras respuestas como sociedad frente a la pandemia representen un cambio profundo, una transformación social más colectivista y humana… ya podemos ir perdiendo la esperanza. El chip del mercantilismo se actualiza con una velocidad sorprendente y toma el disfraz de los servicios que necesitamos o de alguna de nuestras necesidades básicas insatisfechas. 

Nuevamente  estamos con las ganas de comprar cada vez más para entender que todo sigue casi igual, que la nueva normalidad es solo un estado de ánimo pasajero, y que la tecnología y la globalidad  nos devolverán la vieja normalidad, al pasado del que pudimos huir pero que añoramos.

No es suficiente una pandemia sino somos capaces de construir un nuevo chip social.