La danza hostil

 

Eland Vera

elandvera@gmail.com


Los pueblos del interior del país soportan la pesada carga del centralismo limeño. Centralismo que es el resultado de un modelo de sociedad y de vida económica que impera en el Perú. Un centro fuerte, influyente, decisorio y que concentra para sí los beneficios más encumbrados de la sociedad moderna capitalista. El centralismo no viene solo, está acompañado de una elevada dosis de herencia colonial racista que menosprecia, trata como inferiores y subestima el mundo cultural de los provincianos.

Los provincianos hemos ideado formas para salirle al frente a ese desdén. A través de manifestaciones artísticas, emprendimientos económicos, desarrollo profesional, intensas migraciones, sonadas movilizaciones sociales y políticas y sobre todo organizándonos de modo comunitario para arrancarle derechos a los gobernantes. Ha sido una larga marcha que no acaba.

El polítólogo Alberto Vergara en tono metafórico la denomina la “danza hostil”. Obligados a bailar (actuar) juntos sobre una misma pista de baile (un mismo territorio), Lima señorial danza con hostilidad con su interior provinciano al que quiere tenerlo sometido y principalmente obediente. Curiosamente el estudio de Vergara es sobre la danza hostil entre Lima y el Sur del Perú. Las dos concepciones de nación y de patria: el nacionalismo criollo y el nacionalismo andino.

En algún momento la danza dejará de ser hostil? O menos hostil? Esos opuestos podrán ser complementarios? Durante el Tahuantinsuyo, Cusco danzaba con los reinos sometidos, no exento de hostilidad, pero con un pequeño gran detalle. Había principios de reciprocidad y redistribución entre los soberanos cusqueños y sus extensos dominios. Cierta sabiduría para gobernar motorizó la grandeza de nuestra ancestral civilización. La Colonia, por el contrario, fue la imposición de una lógica perversa y violenta de dominio de la cual no podemos desatarnos del todo. 

La llegada del profesor Pedro Castillo al poder gubernamental es la nueva oportunidad para que el danzante subalterno (los pueblos del Perú) logre enderezar la acción del Estado y se convierta en un Estado nacional que esté al servicio de los menos favorecidos de la sociedad. Los peruanos de buena voluntad desean que la danza hostil pase a ser una danza provechosa y justa. Esa es la tarea. 

Construir puentes de acuerdo e integración que nos conduzca al desarrollo es una tarea titánica. Además, no hay liderazgo gubernamental con resultados, si no va de la mano con una ciudadanía participativa, vigilante, propositiva y predispuesta a poner de su parte para alcanzar los grandes objetivos de cambio que el Perú reclama.