Llamado de las montañas

Desde que Joel realizó su primera ruta al Colca se dedicó a buscar nuevos caminos para los turistas





Después de regresar del Misti, donde dejó a un grupo de turistas, Joel Quicaña nos da unos minutos para contarnos un poco de esta aventura que vive desde el tercer año de universidad. Empezó sus guías turísticas con caminatas, después escaló montañas y ahora hace rápel, escalada en roca, descenso en bicicleta, entre otros.

¿Desde cuándo hace turismo de aventura? Hace más de 20 años. Estaba en tercer año. Mi primo me llevó para acompañar a un grupo de escolares de Lima, era para ir al Colca, de Canacota a las aguas termales de la Calera, me gustó, eso me llevó a investigar más.

¿Recuerda su primera salida? Caminaba con turistas en Cotahuasi, hacía rutas largas de 4 a 7 días, también caminábamos de Andagua hacia Cabanaconde 5 días, me gustaba siempre hacer rutas diferentes.

¿Qué lo llevó a estudiar turismo? La tomé por desgracia, porque me presentaba para contabilidad, me presenté en 3 oportunidades y no a la agarré, entonces salió una carrera nueva, Turismo y Hotelería. Mi hermana estaba en tercero año de Derecho, me sentía inútil, porque yo no podía ingresar, por eso me comprometí a ingresar a la universidad. Con el puntaje que hice en Turismo, hubiera ingresado a Contabilidad en segundo puesto, así todo, el primer año fue frustrante, pero después me empezó a gustar, por el curso de historia.

¿Cuándo decide abrir su negocio? En la universidad nos dejaron un trabajo para formar una empresa, entonces me junté con 2 compañeros y para obtener una buena nota, decidimos hacerlo real, buscamos el local y luego registramos la empresa, desde entonces me dedico a la agencia de viajes.

¿Cómo les fue los primeros años? Empezamos a tratar con extranjeros y me gustó la convivencia. Siempre estuve buscando nuevas rutas. Hace más de 20 años todo el mundo apuntaba al valle del Colca, pero yo empecé a ir a Cotahuasi, Andagua, Cabanaconde, entre otros.

¿Qué otras rutas encontró? Después de Cotahuasi me fui a Cusco, hacía rutas distintas, Anzaugate, Choquequirao o Salcantay, pocos iban a esos lugares. Una vez me encontré con unos rusos y alemanes, que me preguntaron si conocía Arequipa, y escalarían el Chachani, me vine con ellos y subimos la montaña. Antes criticaba a quienes subían a los cerros, hasta que llegué a la cima, me dije: “¡Es hermosísimo!”, y es ahí cuando le agarro cariño a la naturaleza.

¿Es fácil encontrar los equipos en Arequipa? Hoy en día es posible, pero es caro. Antes los extranjeros te regalaban como gratitud, a veces tenían que comprárselos, ya que ni siquiera había por internet. Ahora, el mercado sigue siendo poco, había una tienda de Lima en Arequipa, pero la cerraron.

¿Siempre le gustó la aventura? Estudiaba en el valle de Majes, no tenía muchas aspiraciones, la mayoría buscaba terminar el quinto de secundaria para ser emprendedor. Una vez vi llorar a mi mamá, me contó que mi padrino dijo que debía ir a la chacra. Ella quería que estudie, eso me impulsó a venir a la ciudad y como no tenía recursos me fui al Ejército. No fui a ninguna academia, me preparé solo e ingresé a la universidad.

¿En esta pandemia cómo salió adelante? Nos hemos tenido que reinventar, muchos compañeros en otros rubros. Nosotros seguimos en turismo, alquilando equipo de montaña, todo tipo de accesorios para quienes salen a campo. Hace muchos años, cuando venían y preguntaban por ollas, les decía que si tenía en almacén, que para mi era el mercado San Camilo; compraba y alquilaba, así me hice un stock de herramientas.

¿Eso le ayudó a sobrevivir los meses de cuarentena? Como todos los lugares estaban restringidos, buscamos lugares al aire libre donde hay poca probabilidad de contagio. Entonces empecé a salir a las dunas, pero hacía falta algo más, empezamos a preparar cocteles. Luego encontramos la laguna de la Huacachina, la que destruyeron, pero nosotros no íbamos ahí, hallamos otra laguna un poco más alejada.