Los hermanos Ramírez fusionan sus habilidades para crear Alaseña, un restaurante innovador que busca cerrar brecha
Isabel Álvarez
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Un suizo y dos limeños, los tres con discapacidad auditiva, se fueron satisfechos y quizás fue una de las pocas veces que se sintieron cómodos en un lugar público; así se lo hicieron saber a Esteban Ramírez, quien no puede ocultar la satisfacción de lograr uno de sus objetivos: la inclusión. Esteban y Luis Ramírez son dos hermanos que unieron sus pasiones, enseñar y cocinar para crear Alaseña, el primer restaurante, en el que no solo se va a comer, sino aprender –por lo menos- a decir tu nombre y otras palabras más en lengua de señas. En esta entrevista, Luis nos cuenta un poco más de este proyecto inclusivo, el primero en Arequipa y el país.
¿Cómo nace Alaseña? La idea nació de mi hermano Esteban, tenía esa idea desde hace 2 años, me lo había propuesto, pero yo no estaba preparado porque estaba en otros rumbos, trabajaba en el taxi y tenía otra empresa. Con la pandemia mi empresa quebró, en el taxi tampoco me iba bien, por eso retomé la propuesta de mi hermano y como sé bastante en cocina, me gustan las parrillas, es que decidimos empezar este negocio incluyendo las señas.
¿Qué tan difícil fue ponerlo en marcha? No ha sido fácil por las restricciones. Empezamos hacerlo en el departamento de mi hermano, en un pequeño espacio instalamos la parrilla y empezamos a descubrir sabores con la hamburguesa. Íbamos a varios lugares a probar hasta que encontramos un sabor agradable para los demás. Primero ofrecimos a los amigos y familiares, que nos dieron el visto bueno y nos recomendaron a otras personas. Cuando el Gobierno permitió el delivery, en setiembre lo implementamos.
¿Por cuánto tiempo se prepararon? Aproximadamente un mes, todo agosto vimos videos tutoriales, fusionamos ingredientes de cada maestro hasta descubrir el sabor ideal.
¿También ofrecían otros platillos? Yo sabía sobre carnes y los cortes, cuando estuve en Argentina, en 2013 por 2 meses, unos amigos me enseñaron y traje la receta y el amor por las carnes. Empecé a preparar aquí y a mis amigos les gustó. Ahora tenemos platos adicionales como salchipapa, alitas a la barbecue, ensaladas, todo se aprendió con el tiempo.
¿Desde cuándo se dedica a la cocina? Mi papá me exigía cocinar cuando era adolescente, 12 o 13 años, aprendí de él, cuando se iban de viaje, me encargaba de mis hermanos. Aprendí a la fuerza, he pasado mi vida cocinando para mí, mis hijos y mi familia. Me empezó a gustar mucho, miraba videos, descubría sabores, mi fuerte y atracción es por la parrilla, las carnes, el carbón y el fuego.
¿Trabajó como cocinero? No, esta es la primera vez, no soy chef, no estudié gastronomía, pero me gusta mucho la cocina, lo aprendí en casa.
¿Sus trabajos anteriores no eran lo suyo? El taxi no era mi pasión y tampoco la otra empresa, la inicié para “probar suerte”. Ahora se presentó esta oportunidad y nos va bien.
¿Fue difícil encontrar un local? Al contrario, había muchos lugares en alquiler. Desde noviembre, buscamos locales, pero no nos decidíamos, primero pensamos ir cerca a la Católica, pero a último momento lo alquilaron. Seguimos buscando y llegamos aquí, nos gustó y lo tomamos desde el 1 de enero.
¿Lo abren en marzo no? Enero fue para pintar, implementar, y en febrero ya trabajamos, pero a puertas cerradas, hasta que en marzo autorizan abrir las puertas.
¿Hubo acogida los primeros días? La gente que pasaba por aquí se llevaban buenas impresiones, sobre todo por la temática: las señas, que una mesera sorda te atienda es llamativo, muchos clientes nos recomendaron por Facebook y llegaron más. El primer día vendimos 2 hamburguesas, ahora llegamos a 20 o 30 (incluidos otros platillos).
¿Hay buenas expectativas? La verdad que sí, a pesar que todavía estamos con restricciones, es concurrido, esperamos que todo se normalice. Queremos abrir dos o tres locales en Arequipa, para poder llegar a otros lugares del Perú.
¿Qué los incentivó crear un restaurante inclusivo? Mis padres son sordos. Mi papá trabajó una vez en Graña y Montero, es albañil, estaba emocionado y contento porque le pagaban bien, tenía seguro y otros beneficios. Pero solo le duró un año, después vino triste, lo botaron del trabajo, creo que fue por una nueva norma. Por esa experiencia y por mis amigos sordos que han pasado por lo mismo, no tienen buenos trabajos e incluso no tienen buena educación. Se lucha por eso, pero no se logra nada, por eso surgió la idea.
Si la pandemia no hubiera llegado, ¿Alaseña no existiría ahora? Probablemente, si nunca habría llegado la pandemia no hubiéramos abierto el restaurante, yo hubiera seguido en mi camino y Esteban el suyo. Parece que a mal tiempo, buen provecho para tener el restaurante.
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