Olvidada descentralización
Los resultados de las últimas elecciones dejan en claro, entre varias cosas, que “Lima no es el Perú”, expurgando en esta frase, vemos que lo que el voto también expresa un rechazo al centralismo y las desigualdades que se generan entre la capital con el resto de regiones. Pero esta no es una situación exclusiva de Lima, sino que vemos que lo mismo se repite entre las capitales de las regiones y sus provincias en especial las ubicadas en la sierra. Arequipa no es la excepción.
En un mismo país tenemos realidades muy diferentes, así que la distancia en cuanto a desarrollo entre Lima y Huancavelica (una de las regiones más pobres del país) sea similar a la de Estados Unidos y Haití, es uno de los ejemplos más usados para ver la magnitud de este problema. El manejo de la pandemia y sus efectos es otra muestra de esta política centralista. Todo el peso de la gestión es asumido por el gobierno central con casi nula coordinación de los gobiernos regionales y municipales, sin que tampoco haya un mayor interés por hacerlo de parte de estos últimos.
El año 2002, en el gobierno de Alejandro Toledo, se crearon 25 regiones en los hasta entonces departamentos, incluido el Callao y excluyendo a Lima Metropolitana. Se transfirieron funciones más no así recursos o capacidad de decisión, por ende, los planes de los gobiernos regionales y municipales deben tener el visto bueno de un ministerio para ser ejecutados. Esto genera una superposición de funciones, baja autonomía y elevadas desigualdades de ingreso, como explica Daniel Barco, funcionario del Banco Mundial, en el documento de política sobre Descentralización del proyecto Perú Debate 2021.
Por su parte, los gobernadores regionales y alcaldes tampoco han dado la talla, por su deficiente capacidad de gasto –muchas veces menor al 50% de su presupuesto-, su falta de gestión o los escandalosos casos de corrupción que han protagonizado. Y la población no entiende bien qué hay detrás de este proceso. Así cuando se nos consultó, en 2005, si queríamos cambiar este modelo a uno que dividiese el país en 5 macrorregiones que operen de modo similar a los estados en Brasil o México, el rechazo fue contundente, solo Arequipa votó a favor.
Desde entonces, 15 años atrás, la descentralización pasó al olvido, ningún otro gobierno (García, Humala, PPK o Vizcarra) lo impulsó con fuerza, el Consejo Nacional Descentralización fue desactivado y sus funciones pasaron a la PCM, donde es una labor más. Es decir, no hubo voluntad política por cambiar el modelo que genera tantas desigualdades y problemas en el país. La cereza del pastel es que, ni Castillo, ni Fujimori, tienen una propuesta real para impulsarlo.