Élites premodernas

Élites premodernas

Eland Vera
elandvera@gmail.com

No somos un país que respeta a sus clases dominantes, tampoco somos un país que respeta a sus pobres. La vieja explicación de la herencia colonial y la confrontación entre dos mundos opuestos es lo primero que viene a la mente. Ciertamente en una situación extrema y límite como la que estamos viviendo en la segunda vuelta, la polarización abre heridas nunca sanadas. Nuestro centralismo es el fenómeno a la vista, pero hay razones de fondo como la marginación socioeconómica, el desprecio racial y el abuso del territorio y su gente.

Se ha dicho mucho sobre nuestras élites como las más incultas y racistas de Sudamérica. En parte es cierto. Nuestro proceso histórico arrastró el peso de haber sido la principal sede del Imperio español en esta parte del continente. Tenemos una sociedad con una acentuada estratificación por estamentos y grupos cerrados. La educación y la modernización han querido hacer su parte para permitir mayor movilidad social, pero todavía le cuesta al serrano o a los selváticos originarios ascender en medio de un clima de oportunidades. 

Solo en el caso de la educación, tenemos un sistema muy segregado, es decir, los ricos tienen sus colegios de alta calidad y no se contaminan con los pobres que tienen sus centros escolares, solo para ellos. El contacto entre esos dos mundos es casi imposible. La reforma neoliberal de la década de 1990 ha contribuido a acentuar las desigualdades y las distancias.  

Es sorprendente cómo un candidato a la presidencia arrasa entre los pobres, provincianos y rurales; y la otra candidata arrasa entre los sectores ricos, capitalinos y urbanos. Los matices se diluyen. Como si la segunda vuelta 2021 hubiese abierto las compuertas de algo que no queríamos ver o que escondemos debajo de la alfombra.

En medio de esa división, los sectores acomodados y oligárquicos han emprendido una torpe campaña de exteriorizar sus miedos y traumas hacia la ciudadanía. Lo más resaltante es el terruqueo y el anticomunismo. Terruquean al pueblo y tratan de ignorantes a los votantes de Castillo. No hay matices. Votar por el profesor de escuela es ir hacia el comunismo. Pero en realidad están defendiendo un sistema de privilegios y ventajas injustas frente a la posibilidad de políticas redistributivas y soberanas ante el gran capital. Élites que durante siglos practicaron (y aún practican) la servidumbre, amantes de la obediencia y el desprecio. Su aparente modernidad vive acompañada de actitudes y conductas premodernas. Ojalá la elección sirva para agrietar ese deleznable estilo de vida.