Sí tenemos alcalde

Sí tenemos alcalde

Marcelo Rodríguez Rivera
cmarcelorr@gmail.com

Un rotundo mentís acaba de dar el alcalde Candia a los maledicentes que afirmaban que aún continuaba en su escondite; pero especialmente a quienes aseveran haberlo observado en Miami, haciendo cola para vacunarse.

Nada más falso, él sigue en Arequipa y acaba de exigir vacunas para todos nosotros, pese a que hasta el alunado gobernador se ha enterado que no hay con que inyectar a la gente. Se ha despertado muy tarde, no sabe que quiere ni dónde está.

Es cierto, habló muy poco o casi nada el año pasado, pero no porque estuviese afectado por la afasia, sino por ser un fiel cumplidor de las cuarentenas del Lagarto a quien profesó especial condescendencia y jamás pidió ni un barbijo.

Hoy liberado un tanto del sopor de aquellos tiempos y tal vez envalentonado por la cuadrada que su colega piurano le aplicó al morado Sagasti, reclama inyecciones a sabiendas de que no hay ni para los viejos, que hacen largas e inútiles colas bajo el sol.

Vale la fatiga de abrir el morro, pero a él no se le paga por hacer su mejor esfuerzo, como dicen los morados del gobierno, sino para que nos defienda realmente y con eficacia de esta pandemia que lo tiene bajo el catre.

Pero él no es el único despistado por estas comarcas. En el distrito de Caylloma una panda de oligofrénicos que se autodenomina Frente Único de Defensa de los Intereses de Caylloma (Fudicay) han rechazado una ambulancia.

Ante la alta incidencia del chinavirus en esa jurisdicción, la Minera Bateas decidió donar dicho vehículo asistencial, pero como la administración del Centro de Salud carece de personería y no puede recibir donaciones, alquilaron la unidad.

La decisión no gustó a los de Fudicay y la empobrecida zona sigue abandonada a su suerte en plena pandemia, como si la condición legal del motorizado tuviese algo que ver con la necesidad urgente de salvar las vidas de los comuneros.

El propósito de la empresa que extrae plata, plomo y zinc en la zona, es atender una necesidad básica como la salud, con la que el gobierno morado e incapaz no puede, pero se topa con bandas dirigidas por neomarxistas antimineros.

Somos un país, qué duda cabe, de mentes extraviadas que imponen el odio irreflexivo al desarrollo, aunque ello signifique el hambre y en este caso la muerte de personas humildes que viven abandonadas por el Estado.