Madre en busca de un sueño

Yovana Quispe superó cada uno de los obstáculos que se le presentaron en la vida, por sus 2 hijos hará todo lo posible por cumplir sus sueños

 Al promediar las 4 de la mañana salió de casa para ir al mercado –junto a otras señoras- y comprar todo lo necesario para la semana, la olla común o cocina popular de la cual es presidenta no puede parar. Regresa a casa solo para recoger la gelatina -que dejó lista- y empieza a recorrer las diferentes calles de la asociación donde vive: Casa Blanca.
Las pequeñas casas construidas con bloquetas o sillar, la tierra y las calaminas hacen honor al nombre del lugar.
Al promediar las 9:40, por uno de los caminos aparece Yovana Quispe, acaba de terminar de vender las gelatinas, Lucero (6 meses) duerme en el coche y Ángel (3 años) camina sosteniendo a su hermana, en casa los recibe  su mascota.
A sus 25 años, Yovana, madre soltera, pasó por mucho y supo salir adelante, cumplió uno de sus sueños, que el año pasado se vio interrumpido, empero está dispuesta a seguir luchando por sus ideales.
A los 8 años dejó la casa de sus padres, en el anexo Allahuasi (Alca, La Unión), vino a la ciudad de Arequipa con su madrina, una profesora, que de alguna manera influyó en su decisión de querer ser también una educadora (aunque años después tuvo que regresar con sus padres).
SUEÑO. “Escuchaba a mi madrina que me decía ‘no es solo estudiar primaria y secundaria, hay para estudios superiores, qué quiere ser hijita: doctora, abogada, educadora, ingeniera...’ Cuando era chiquita iba con una señora al mercado, ayudaba con las verduras, ahí aprendí a vender y me gustó, pero entonces pensé que ese podría ser mi hobby. Quería ser maestra”, cuenta.
Cuando su madrina revisaba las tareas o exámenes de sus alumnos, a Yovana le gustaba ayudarla, le daba unas hojas para que las revisara también; tenía 12 o 13 cuando encontró su vocación.
Durante los años que vivió con su madrina, solían pasar por la sede universitaria, pero no lo sabía hasta que un día se animó a preguntarle a su madrina; se preguntaba lo difícil que sería ingresar. La profesora le aseguró que si estudiaba, lo lograría.
Desde entonces, Yovana soñaba con ser parte de la casa agustina, un sueño que se hizo realidad –en parte- salió becada del colegio. Aunque el puntaje del examen no alcanzó para seguir Educación, optó por estudiar Gestión Empresarial.
RETOS. En el patio de la casa hay un fogón que utiliza cuando el gas se termina y no le alcanza para comprar otro, la casa donde viven ahora es de un vecino que le prestó porque el lote donde vivía antes estaba cerca de una quebrada y el ingreso de un huaico el año pasado la obligó a salir del lugar.
Cuando ingresó a la universidad –al principio la carrera le pareció un poco complicado, pero se adaptó rápidamente- no desechó la idea de ser profesora. Así, decidió postular al Instituto Superior Pedagógico de Arequipa, pero en el caminó llegó Ángel.
No había problema, solo debía esperar. El plan era terminar Gestión Empresarial, trabajar y después seguir con su sueño, pero las cosas no le fueron bien el año pasado.
A fines de febrero del 2020, aproximadamente, el papá de sus hijos salió a trabajar y no regresó más, para entonces Lucero crecía en su vientre. Llegó marzo, y el Covid-19 amenazaba con expandirse en la región y al país entero, entonces la cuarentena inició.
La situación se agravaba para Yovana, se quedaba sin alimentos, así que un día salió temprano a buscar eucalipto –que era lo que la gente empezó a consumir- y lo llevó a vender al mercado; sin embargo, no pudo quedarse mucho tiempo. Los policías la llevaron a casa por ser vulnerable.
Los meses siguientes –con ayuda de sus vecinos- empezó a vender refresco, gelatina u otros productos para poder alimentar a sus hijos. También fue muy importante formar la olla común.
Pudo seguir y llevar una vida realtivamente normal, empero no pudo continuar con sus estudios, no tenía dinero para contratar un servicio de internet para seguir las clases virtuales y las cosas empeoraron en enero de este año.
Un día que llevó a Lucero a su control médico, al promediar el mediodía, una vecina advirtió que alguien había entrado a robar a su casa. Estaba todo tirado, como un basural –recuerda- se llevaron una laptop en la que guardaba bastante información, entre otras cosas.
A pesar de todo, Yovana sigue en pie, Lucero y Ángel son el motor y motivo de su vida para seguir luchando por sus sueños, terminar su carrera, ser profesora y sacar adelante a sus hijos.