Olla de la esperanza: Al lado de los más necesitados

El padre Alex, protector de las cocinas populares, pide a autoridades y población a mantener el corazón abierto

Isabel Álvarez
redaccion@diario-viral.com

El padre Alex Busuttil (63), de la Sociedad Misionera de San Pablo, es el encargado de la parroquia Santa Elena y reside en Arequipa desde hace 26 años. Y aunque siempre ha estado al lado de los más necesitados, hoy se ha convertido en un ángel protector de las miles de familias de la zona alta de Cayma que son parte de las ollas comunes.

¿Cómo se contacta con las ollas comunes? Nosotros somos de la sociedad San Pablo, nuestra razón de ser es estar siempre al lado del pueblo en sus necesidades, así como San Juan de Dios atiende en salud, y hay otras en educación, en nuestro caso no tenemos un área específica, según la necesidad de la gente en la zona nos organizamos para dar una mano. Por eso que tenemos varios proyectos.

 ¿Cuáles son? Tenemos un policlínico, una aldea infantil –albergue-, programas para ancianos y también antes de la pandemia, teníamos el programa de alimentos. Ahora calculamos que hay más o menos 29 asentamientos humanos, y digo más o menos, porque como saben cada cierto tiempo hay nuevos pueblos, ningún alcalde ha tomado la iniciativa de decir hasta aquí nomás.

 ¿Cómo apoyan a las ollas comunes? No pienso que el término olla común sea adecuado porque significa que la gente trae de sus casas y lo preparan en una sola olla y lo reparten; comedor tampoco, porque es un salón donde vienen a comer; las llamamos cocinas populares, porque es la gente quien prepara los alimentos, nosotros les ayudamos con productos. Nosotros hacemos contactos con empresas o individuos, ellos nos apoyan y nosotros lo coordinamos para hacer llegar a estos programas. Hemos organizado una base. Hay un grupo responsable que prepara los alimentos cada día, en la actualidad, en 17 programas. También apoyamos con canastas de alimentos a los pueblos donde no hay presencia de estas cocinas, porque la zona es muy accidentada o por situaciones como la de los ancianitos que no pueden caminar.

¿Qué tan difícil ha sido gestionar el apoyo? Empezamos con una sola cocina, unos 60 menús al día. Con las redes sociales, la cosa corre rápido, vieron fotos, informes que escribimos, entonces la gente se interesó y se comunicó con nosotros. Hasta diciembre estuvimos con más o menos 2 mil raciones al día, paramos un poquito en enero, pero en febrero regresamos. Esto es para hacer un estudio. La primera semana de febrero atendimos a 1300, la segunda semana -además que la situación está más complicada- llegamos a 1500, estamos haciendo seguimiento para hacer mejor uso de nuestros recursos (…). Las empresas o individuos se comunicaron con nosotros, la iniciativa la tomaron ellos mismos.

 ¿Cuántas canastas entregaron? Imagino que ya pasamos 6 mil o 7 mil canastas desde marzo del año pasado. A veces sale esta idea que hay que enseñar a la gente a pescar y no darles el pescado, pero aquí el principio no funciona. No tenemos gente que no quiere trabajar, la mayoría es informal, entre el 80 y 90 %; se esforzaban, no estaban con las manos cruzadas esperando que alguien venga. En estos programas cada día vienen para limpiar, arreglar, cocinar, hacen un esfuerzo y -dependiendo de la zona- contribuyen con un sol, 2 soles. Ellos “fiscalizan”, se conocen, saben quién es pobre y hay gente que no paga absolutamente nada. ¡Qué bonito es tomar esta actitud!, la gente se defiende. Es una experiencia muy bonita porque ahora que ha pasado casi un año, la base no se limita a preparar alimentos, están interesándose más en otras necesidades de sus vecinos.

 Los interesados, entonces, ¿pueden comunicarse con usted? Así es, con mucho gusto. Agradezco a Dios por estar en posición de poder hacerlo, otros quieren, pero no pueden. Gracias a nuestra experiencia antes de la pandemia.

 ¿Cómo funcionaba el programa de alimentación? Antes preparaba la comida acá mismo (en la parroquia) y por medio de la asistenta social ubicábamos a la gente que de verdad necesitaba, los que vivían más cerca venían y a los demás los llevamos. Llegábamos a 300 raciones diarias, tampoco es poco, pero no se compara con los 2 mil de ahora. Necesitaba otra forma de organización.

¿Cuántas asociaciones encontró al inicio? Cuando llegué era completamente una pampa, ni una sola casa. Antes nuestra jurisdicción llegaba a 35 mil, ahora imagino que hay 20 mil más o menos (en la parte alta), hablando con el arzobispo Javier, decidimos empezar una nueva jurisdicción. Al inicio no había nada, había un viejito que ahora ha fallecido, vivía en Sol de los Andes, un pueblo bien chiquito, había sido olvidado por su familia.

 ¿Qué reflexión haría a las autoridades y población? Esta crisis un día tiene que pasar, pero los seres humanos seguimos. Y con el fin de la pandemia tampoco se va a erradicar la pobreza, estaba antes, ahora y sigue después. Hago un llamado para que siempre tengamos un corazón abierto para quien nos necesita, cada quien en su función, si es un alcalde, hacer de todo y dar prioridad a la gente más necesitada. Especialmente en este tiempo que acabamos de empezar, la cuaresma. Antes la iglesia hablaba y sigue hablando del ayuno, que bonita oportunidad de alcanzar un pancito a una familia que sabemos que necesita, un medicamento o un sobre con unos 20 soles.

 Ha salido el lado más solidario de las personas... Ojalá sea una actitud de toda la vida y no solo en tiempos de pandemia.