36 años de la visita de un santo

El periodista Dante Zegarra narra su cercanía con el santo Juan Pablo II. Para recibirlo hubo preparativos por casi un año.

Libertad Merma
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El 2 de febrero de 1985, Arequipa recibió la visita de uno de los santos más queridos del mundo como fue Juan Pablo II, cuyo nombre de nacimiento era Karol Józef Wojtyła.

Fue un día de visita del papa, a la Ciudad Blanca, donde no solo se reunió con miles de arequipeños y ciudadanos del sur del país, sino llegó para la coronación canónica de la Virgen de Chapi (un acto ofrecido por el sumo pontífice ante la devoción creciente hacia una imagen mariana). Además, realizó  la esperada beatificación de la arequipeña Sor Ana de los Ángeles.

A su llegada, el también conocido papa peregrino, recibió diversos detalles de la ciudadanía. El primero fue la elaboración de un saludo a base piedras colocadas en un cerro cercano al aeropuerto Alfredo Rodríguez  Ballón. El saludo decía “Totus tus“, que significa todo tuyos.

Recibir al papa Juan Pablo II en Arequipa generó una organización de casi un año, recuerda el periodista y responsable de la Secretaría Ejecutiva de la Visita del Papa en 1985, Dante Zegarra López.

“Se distribuyeron una veintena de comisiones con la participación  de centenares de personas para coordinar y ejecutar todo lo planificado. Monseñor Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio pidió  que yo fuera responsable de la Secretaría Técnica porque conocía cómo trabajábamos”, explica.

AREQUIPA Y EL PAPA. Las memorias  de Dante Zegarra López son detallistas. Recuerda que había más de medio millón de personas quienes tuvieron la oportunidad de estar en el campo papal donde Juan Pablo II coronó a la Virgen de Chapi.

Pero, desde que llegó al aeropuerto, centenares de personas se ubicaron alrededor de la avenida Aviación, había  policías ubicados cada veinte metros. Frente a la clínica Hogar de San Juan de Dios, se instaló un ambiente destinado a los niños hospitalizados para que puedan recibir la bendición del papa.

Las calles y avenidas del recorrido papal: Aviación, Ejército, Marina, Juan de la Torre, Benavides, Arequipa, Progreso, plaza Mayta Cápac, cuartel Salaverry, Teniente Palacios y Venezuela, se encontraban colmadas de personas, banderas y pancartas.

“Personalmente, la memoria de ese sábado 2 de febrero, nos lleva a las cuatro de la madrugada, tras casi tres horas de descanso, después de una jornada de 18 horas de coordinaciones en el Palacio Arzobispal. El día era frío y nuboso, pero sobre todo, era el día de culminación para el cual todos nuestros esfuerzos, de mes y medio, estuvieron dirigidos”, describe Zegarra.

Eran 17 comisiones que estaban listas. Dante Zegarra y su equipo desde la madrugada estuvieron en el campo papal, ubicado en la zona que hoy ocupa la Biblioteca Central de la Universidad Nacional de San Agustín, hasta los confines del entonces inexistente Estadio de la Unsa.

El arquitecto Pedro López de Romaña construyó el altar donde el papa Juan Pablo II iba a realizar todas sus actividades.

LA FIEBRE DEL PAPA. “El cambio de clima le afectó al papa Juan Pablo y presentaba fiebre al llegar a Arequipa. Sin embargo, eso no fue obstáculo para concelebrar con casi medio centenar de obispos la Eucaristía y las ceremonias de coronación de la Santísima Virgen de Chapi y de beatificación de Sor Ana de los Ángeles Monteagudo”, enfatiza. 

El revuelo y los vítores que acompañaron a su ingreso al campo papal, se convirtieron en respetuoso silencio, al comenzar la celebración de la misa con el canto de entrada que proclamaba: “Que alegría llenarse el alma. Si estamos junto a ti Señor, grande es nuestro gozo”.

El arzobispo Fernando Vargas le dio la bienvenida. Continuó la beatificación de Sor Ana de los Ángeles Monteagudo. Se recordó que era la primera religiosa de clausura del continente americano en ser proclamada beata. Luego continuó la coronación de la Virgen.

La visita del papa está aún en el recuerdo de ciudadanos que tienen 40 años a más. Dante Zegarra finaliza sus recuerdos sintiendo emoción de haberse arrollidado ante un santo. “Toda esa experiencia ha reforzado mi compromiso con Cristo y con la Iglesia, por lo que todos los días doy gracias a Dios”.