El religioso bendecido


Dr. Jorge Alberto Calderón Roque
jcraqp@gmail.com

"Dios me mandó a servir, mi conciencia me dice que debo ayudar a los enfermos” es la consigna del padre “Carlos”, quien no duda en exponer su vida para atender a tantos enfermos en tiempo de pandemia. 

Nació al pie del Misti cuando expiraba la década del 60. De padres católicos, su vocación empezó desde niño cuando acudía al catecismo. A los 18 años ingresó al Seminario San Jerónimo y desde allí comenzó una tarea intensa de constante prueba de vocación y servicio. Su sensibilidad lo llevó a trabajar en Arequipa, Caylloma y Puno en zonas alejadas, allí donde la pobreza latía a flor de piel.

La epidemia Covid-19, lo encontró trabajando como párroco de un pueblo tradicional de Arequipa. Como todo cura de barrio, tenía que trabajar para autosostenerse y ayudar a los más necesitados. Como guía espiritual escuchó y vivió el dolor de muchas personas que acudían a él para encontrar paz espiritual cuando parecía que la vida se iba en silencio. Como humano sintió dolor y derramó lágrimas por las personas afectadas. Juró entregar todo lo que estaba a su alcance para salvar vidas. Y entonces se convirtió en el amigo, profesor, confesor, guía espiritual, enfermero, chofer, cocinero y asistente de todos. Bastaba una llamada a su celular para acudir en su auto presto a servir sin importar la hora ni el sueño. Fue luz para varios ancianos y personas pobres que no tenían a quién pedir ayuda. Las limosnas que recibía por celebrar misas vía Facebook, los invertía en medicinas y atenciones.  

El Padre “Carlos” fue uno de los primeros que extendió su grito de apoyo cuando en su misión de sensibilizar y llevar enfermos al hospital Honorio Delgado, vio que varios de ellos morían esperando ser atendidos en emergencia.  El periodismo escuchó su clamor de auxilio y fue el punto de partida para que autoridades y el mismo presidente del Perú, intervinieran para aliviar el problema. 

A pesar de convivir con los enfermos por Covid-19, nunca se contagió. Cada día se encomendaba a Dios para no contraer la enfermedad y tomaba CDS (dióxido de cloro). Lo que perdió, fue 15 kilos de peso por el intenso trabajo. 

Sin duda es un religioso bendecido que prefiere mantenerse en el silencio, sin ninguna figuración. Vio partir a varios amigos, pero, tiene la satisfacción de asistir a muchas más personas que superaron la enfermedad y renovaron su fe.  

Lleva más de 30 años de servicio espiritual y no duda en jugarse la vida para cumplir su misión. Así como él, son cientos de religiosos y religiosas que a diario ponen el riesgo su vida para atender a enfermos, a los pobres y predicar la palabra de Dios, a cambio de nada. Nuestro reconocimiento a todos.   

En el mundo más de 500 sacerdotes y monjas han muerto por el Covid-19. Trabajaron hasta el último día; podían evitarlo, pero decidieron morir sirviendo.