Eland Vera
elandvera@gmail.com
En la década de 1990 los peruanos
vivimos el colapso de los partidos políticos tradicionales, algunos de ellos
sobrevivieron y están vigentes. Es el caso de Acción Popular, el Partido
Aprista, el Partido Popular Cristiano y los partidos comunistas Unidad y Patria
Roja hoy agrupados en Juntos por el Perú. Estos viejos partidos trascendieron a
sus fundadores y algunos de ellos demostraron niveles aceptables de democracia
interna para elegir a sus candidatos para las elecciones generales de abril.
Pero la nota dominante, en la política peruana, no son ellos, sino los partidos
que surgieron en los últimos años. Son organizaciones políticas personalistas
que rinden culto a su fundador y que en la práctica son argollas de intereses
lideradas por caudillos-mercaderes.
La política peruana está vaciada de
programas, proyectos o ideario, lo que prima es la voluntad del
caudillo-mercader. En la mayoría de estas nuevas organizaciones no se aprecian
tendencias o alas que posicionan propuestas matizadas dentro de un proyecto
general. No. Se impone el capricho y el cálculo del dueño del partido. Lo
lamentable es que esos partidos logran la aceptación de un sector apreciable de
la ciudadanía. Y logran respaldo porque junto al caudillo-mercader vemos un
conjunto de políticos personalistas y también mercaderes que se mueven
impunemente de partido en partido. Hoy se alían con un dueño y el otro día
siguen a un nuevo patrón. Así es la política en nuestro país. En el colmo de
males, esa práctica se halla bendecida por nuestra legislación, pues esos
comodines, tránsfugas o como se les quiera llamar son los “invitados” que la
ley permite y que aterrizan desde fuera de los partidos. Los “invitados” es lo
mejor que le puede ocurrir al caudillo-mercader, ya que se mueven en la misma
lógica de mercantilización de la política. Los “invitados” son independientes
con carrera propia, bolsón electoral y billetera gorda; son también
caudillos-mercaderes pero en grado menor. La relación entre ambos es mucho más
fructífera que con el partido mismo. Ambos pueden llegar a acuerdos, alianzas,
negociaciones, dones y contradones.