Canibalismo y el decano


Marcelo Rodríguez Rivera
cmarcelorr@gmail.com

El Pueblo, el diario decano de la prensa local, es una mina de oro en cuya administración ha medrado al menos una veintena de pillos saqueadores, entre periodistas, abogados, trabajadores y advenedizos que, en los últimos 35 años, se turnaron para asaltarlo. 

El matutino que tiene el registro de más de una centuria de la historia del sur, está sumido en su enésima disputa interna, una más en su agitado desgobierno desde que en la década de los 80 los trabajadores expulsaron al director propietario, Pedro Morales.

Desde entonces los suicidas dueños, que nunca consiguieron consolidación legal, constituyeron facciones para apoderarse de los ingentes ingresos que la empresa tuvo hasta hace unos años y también de las menguadas ganancias de hoy.

El efecto visible de la disputa es la publicación de dos ediciones impresas y dos digitales. De un lado está el gerente y del otro un grupo de accionistas que tras casi dos décadas han descubierto que aquel, los está desvalijando. 

El enredo no es cosa menor si tenemos en cuenta que el ejecutivo en cuestión, es además titular de la Compañía de Bomberos, y sus adversarios, antiguos extrabajadores de modesta formación, que cuando no podían colgarse del cuentacuentos de turno, conspiraban.

El sueño de todo periodista es conducir su propio medio de comunicación y ellos lo consiguieron, pero jamás supieron qué hacer con él. Nunca hubo una administración profesional, porque contrataban iletrados aún más escasos que ellos, con intención de manejarlos. 

La bronca de hoy también es por dinero, porque además de los ingresos están las importantes cifras del programa Reactiva Perú y la subvención estatal vía publicidad, el principal sustento de la prensa guaripolera, en tiempos de pandemia.

No es la primera vez que se imprimen dos El Pueblo, pero probablemente sea una de las últimas dadas las nuevas opciones para informarse y porque la historia del decano no solo está en sus páginas, sino también en los registros de las comisarías y tribunales.

Al desplome de la lectoría y ventas se suman la ignorancia y el descuido de haber extraviado la colección empastada con los ejemplares desde 1905 y el recuerdo oprobioso de aquel día aciago en que dos bandos disputaron a sangre y piedras el local del matutino. Triste sino el del diario que fundaran los Zegarra Ballón y consolidaran los Pardo. Lo que vino después es olvidable, casi delictivo.