Resisten a la crisis por pandemia

Cientos de personas que se quedaron sin nada para comer fueron auxiliadas por la misma población, a través de comedores populares, ollas comunes y la iglesia.

Por:
Isabel Álvarez
Jim Allasi
Luis Zapata

Aunque no puede ingresar al comedor Beatas Teresa de Calcuta y Ana de los Ángeles, lugar al que considera como su hogar, Julia Callata Vda. de Rodríguez todos los días sale lo más temprano que pueda de su casa, en Álvarez Thomas, para ser una de las primeras en la fila y alcanzar una porción de almuerzo.

Julia es una de las 120 personas (aunque a veces la cifra aumenta), que antes de la cuarentena por la pandemia del Covid-19, acudían diariamente al establecimiento; ahora llegan más de 300 ciudadanos que –a raíz de la cuarentena por la pandemia del Covid-19- se quedaron sin los recursos necesarios para alimentarse.

Tiene dos hijos que la visitan esporádicamente –cuenta-, por lo que para ganarse la vida se dedica a la recolección de botellas para reciclaje, pero ya no tiene fuerzas. Tiene 77 años, pero las lesiones que tiene en la columna y sus caderas le impiden realizar mayor esfuerzo.

REALIDAD. Hasta el año pasado, en Arequipa se identificaron 170 mil personas en situación de pobreza monetaria (aquellas que tienen un gasto per cápita mensual menor al costo de la canasta básica valorizada en S/ 352) y otras 25 mil en condición de pobreza extrema  (el gasto per cápita mensual no cubre el costo de la canasta básica de alimentos, que es 187 soles).

El estudio fue realizado por la Defensoría del Pueblo en la región. 

Lamentablemente los programas sociales no llegan a todo este grueso de población vulnerable, hecho que se evidenció en las calles, donde pequeños ambulantes caminan ofreciendo sus productos o pidiendo apoyo económico en el transporte público.

Empero, así como lo hicieron hace décadas, entre los 70 y los 80 aproximadamente, en plena crisis económica que golpeaba al país, mujeres organizadas en comedores populares hicieron todo lo posible para combatir el hambre.

En la provincia de Arequipa son 214 establecimientos que diariamente atienden a unas 8 mil personas en estado de vulnerabilidad, pero el confinamiento por la pandemia del nuevo coronavirus dificultó su labor.

DESAFÍOS. Solo en Cerro Colorado hay 42 comedores populares que benefician a 1700 comensales, que se han visto perjudicados durante este estado de emergencia, debido a que debían atender a las socias a puertas cerradas, comentó a Viral, Rosemary  Ponce, coordinadora de esta jurisdicción.

“En tiempo de pandemia solo trabajaban de manera interna para las socias, no había víveres, estábamos desabastecidos. Afecta hasta ahora, no nos podemos recuperar, incluso el presupuesto que nos da el Estado es muy poco, es algo que viene desde el 2004 y los costos se han elevado”, dijo.

El Gobierno asigna a cada comedor popular  mil soles para tres meses, el 5 % del total destinado para toda la región.

“Es muy poco, además con el cuento de la pandemia nos han repartido los víveres de este año, recién el 20 de octubre cuando debieron hacerlo en abril y julio. Lo hacen por no gastar movilidad”, agregó muy ofuscada la coordinadora del distrito cerreño.

RESISTEN. A pesar de las incomodidades –precisó- ningún comedor popular del distrito cerró. Ahora atienden con los protocolos respectivos y esperan que el Gobierno incremente el presupuesto para el 2021.

Las socias del comedor Virgen de Chapi, en el sector La Libertad, también sienten que las autoridades las abandonaron durante la emergencia sanitaria debido a la pandemia del coronavirus.

“No hemos recibido apoyo de ninguna institución. La Municipalidad Provincial le ha dado más apoyo en esta pandemia a las ollas comunes que a los comedores populares, pese a tener nuestra resolución. No hubo ninguna orientación, nos sentíamos abandonados”, dijo Brigith Alarico Quispe, presidenta del comedor.

Explica que el presupuesto destinado para los comedores populares es el mismo desde el 2004 y no es suficiente para cubrir los gastos; antes preparaban 50 raciones, ahora solo 40.

“No sabemos qué responder a la población, ellos nos reclaman por qué cobramos 5 soles el menú si tenemos apoyo del Gobierno; sin embargo, sabemos que no es así”, acota.

Del 2011 al 2018, la cantidad de comedores populares en el país disminuyó de 19 587 a 15 140, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática. Este año, el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social reportó 13 mil 644 establecimientos.

VULNERABLES. El comedor popular de San Lorenzo de Cayma, ubicado en la zona A de la urbanización José Carlos Mariátegui, no atendió al público durante la cuarentena, las socias solo trabajaron para alimentar a sus familias. Dejó de ser un comedor popular para convertirse en una olla común.

“Durante la pandemia solo hemos hecho olla común, ya que estaba prohibido atender al público, dos se encargaban de la cocina y las demás socias venían a llevar el almuerzo para sus casas”, señaló Teresa Charagua, fiscal de este comedor popular.

Fue la única manera que encontraron para subsistir durante la emergencia sanitaria, porque aseguran que no han recibido ningún tipo de apoyo, ni bono del Estado.

“Los más perjudicados fueron los comensales afectados económicamente porque no podíamos atenderlos”, lamenta.

Actualmente el comedor popular San Lorenzo de Cayma atiende con normalidad y con los protocolos establecidos por el Gobierno, sin embargo la crisis continúa por el bajo presupuesto destinado para este local.

“El presupuesto es muy bajo para cada comedor. El municipio provincial nos da arroz, aceite, lenteja y atún. Lo demás tenemos que comprarlo en el mercado para poder cocinar”, añade.

A la fecha, no hay cifras exactas de cuántas personas más pasaron a ser pobres en la región, pero de acuerdo al reporte regional de indicadores sociales del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social, al 2018 el 36,3 % de la población era vulnerable a la pobreza.

Solo para tener una idea de la afectación en nuestra región, la asociación civil de la Iglesia Católica sin fines de lucro Cáritas Arequipa en los últimos 4 años (al 2019) brindó ayuda anualmente, a través de sus programas sociales y campañas, a 15 mil personas en promedio.

Sin embargo, este 2020 desde el 28 de marzo al 30 de noviembre lograron canalizar apoyo a más de 150 mil ciudadanos que quedaron en estado de vulnerabilidad.

Javier Delgado, administrador de Cáritas, explica que todo lo recaudado con la campaña “Esperanza en la Emergencia” fue distribuido a través de las 75 parroquias de la arquidiócesis, 25 albergues, comedores, e instituciones afines, escuelas de educación básica especial, entre otros.

Con el apoyo de diferentes empresas, instituciones y la misma población de Arequipa recolectaron 130 toneladas de alimentos, consiguieron entregar 16 mil 400 canastas, 4 mil kits con productos de bioseguridad, entre otros.

Delgado cuenta que todos los días son testigos de escenas desgarradoras de personas que sufren la crisis, hay familias enteras que han contraído anemia, otras que están entrando a la desnutrición; además de personas enfermas sin acceso a salud.

INDICADORES. Justamente estos últimos problemas identificados por Cáritas son parte de otros indicadores relacionados a la pobreza monetaria, la cual está referida directamente al tema del empleo; y en Arequipa, solo en el periodo entre el 16 de marzo y el 19 de julio, el Ministerio de Trabajo reportó que 29 mil 987 habían perdido su empleo (personas en planilla).

Miryam Quiñones Hermosa, coordinadora de la Mesa de Concertación de Lucha Contra la Pobreza en Arequipa, señala que la población más vulnerable en situación de pobreza, son los niños, niñas y adolescentes, la vulnerabilidad  alcanza el 39 %.

“La infancia es con la que debemos tener más cuidado, sobre todo en zonas rurales donde la pobreza llega al 40 % o 50 %. En esta etapa de la vida se presenta la desnutrición crónica y anemia”, sostiene.

Los índices de esta problemática habían logrado un descenso en 2017, pero en los siguientes años volvieron a subir (ver infografía).

Quiñones explica que de acuerdo a las organizaciones internacionales, cuando los índices de desnutrición están por debajo de los 5 puntos porcentuales, el problema es manejable, ubican a los niños y se implementa una política de recuperación, pero cuando la cifra empieza a subir se convierte en un problema de salud pública.

“La preocupación es qué está sucediendo. Todos los esfuerzos se han ido para trabajar con la anemia, pero está pasando desapercibido el otro indicador, no debemos desatender la desnutrición crónica, es necesario mantenerla por debajo del 5%”, dice.

Por ello –precisa- es necesario que las instituciones del Estado y la sociedad civil trabajen articuladamente, pues esta problemática no solo implica la salud sino también temas como el agua (recién hace dos o 3  años fue puesta en la agenda pública), porque de nada sirve que el niños tenga suplementos férricos cuando en casa, al no tener el recurso hídrico está propenso a adquirir otras enfermedades.

LO QUE SE VIENE. Ahora, este año tiene una característica especial.

La pandemia generó la pérdida de empleo, con lo que  se estima que los índices de pobreza monetaria incrementarán; pero además, la emergencia sanitaria detuvo toda la atención primaria de salud lo que generó que menos niños reciban sus vacunas y se descuide la lactancia materna exclusiva (ver infografía).

“Por eso decimos que cuando tengamos las cifras oficiales, al próximo año, los indicadores serán muchos más altos”, precisa.

Finalmente, explica que la mesa de concertación trabaja en base a los acuerdos y compromisos asumidos por las autoridades, además promueven mesas de diálogo para hacer seguimiento a las acciones tomadas para el cumplimiento de metas.

El futuro de los comedores populares es incierto, pero en estos tiempos de crisis se han convertido en importante apoyo para la gente de escasos recursos económicos, de ahí que el compromiso y responsabilidad de las autoridades locales, regionales y del Gobierno central es importante y tienen que replantear sus estrategias para atender a la población vulnerable que está en riesgo de ingresar a niveles terribles de pobreza, tal como se advierte en varias zonas de la provincia de Arequipa, situación que puede ser peor en aquellas ubicadas en las zonas rurales o en las partes altas.