Eland Vera
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Fue sorprendente comprobar el bajo número de militantes y delegados de la mayoría de los partidos políticos que eligieron a los candidatos a la Presidencia, Congreso y Parlamento Andino. De qué democracia podemos hablar en el Perú, si los partidos registran militantes que no son militantes, es decir, son ciudadanos inscritos en los partidos que no participan en las elecciones internas. Ciertamente, la población rechaza a tal punto a los partidos políticos que los pocos militantes ni siquiera están interesados en desarrollar vida partidaria.
En la práctica, lo que hay de modo predominante son argollas electorales cerradas conducidas por caudillos propietarios de la inscripción. Estos mandamases negocian candidaturas y se imponen de modo vertical. Entonces, se puede afirmar que en los partidos políticos la democracia es falsa, pues dominan las formas autoritarias, opuestas al ideal democrático de la participación y el debate. Nuestro régimen democrático es declarativo, solo está en el papel. Las instituciones que lo sostienen son artefactos que sirven para encumbrar egos vanidosos e interesados apetitos personales que se ven reflejados en la monumental corrupción que es inherente a la actividad política en el Perú.
Tan falsa es la democracia que no ha logrado encarnar en la sociedad. Nuestros estilos de convivencia ciudadana en el barrio, la comunidad, la asociación, la universidad, el club o el gremio se siguen asemejando a la sociedad señorial en donde hay personas que están arriba y mandan, y del otro lado hay personas que aceptan las órdenes y obedecen. Donde debería primar la participación, el diálogo y el debate, lo que respiramos son imposiciones y obediencias. Son escasos los espacios democráticos, pocos son los lugares de deliberación y respeto a las posiciones diferentes.
Pero no todo es tan trágico, las nuevas generaciones son la esperanza de una mayor valoración de la vida democrática. La crisis generada por la vacancia del presidente Martín Vizcarra y la asunción de mando del congresista Manuel Marino mostró un inusitado levantamiento de los jóvenes que se mostraron indignados frente a la clase política. Un segundo momento debería ser fomentar que los jóvenes participen en política, pues en sus conciencias y actitudes albergan los gérmenes de una vida ciudadana con mayores niveles de participación y diálogo. La falsa democracia que hemos arrastrado durante toda la República es hora de cancelarla y trabajar unidos por una democracia que verdaderamente sirva para lograr el desarrollo del país.